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Lo que más me ha llamado la atención en estas recientes vacaciones por España, han sido las bodas

DE BODAS Y BACANALES


Lo que más me ha llamado la atención en estas recientes vacaciones por España, han sido las bodas
Una de las cosas que llama la atención últimamente es el incremento de noticias sobre las exquisiteces o «delicateses» culinarias en el mundo entero. Lo mismo en España con todos los chiefs de cocina tipo Arguiñano, que en Perú con Acurio. No hay programa de televisión, concurso, película o evento cualquiera que no termine en una degustación gastronómica. Por supuesto que se incluye en el menú los vinos y licores que tienen mejor «paladar» y rebuscadas etiquetas que salen elaborados de auténticas catedrales del licor. Parece que el tiempo de la glotonería está de moda. Y eso contrasta dramáticamente con el hambre que cada vez extiende su voracidad por la epidermis esquelética del planeta.

Lo que más me ha llamado la atención en estas recientes vacaciones por España, han sido las bodas. He sido invitado a celebrar y participar en tres bodas y sus consecuentes banquetes y ahora me explico por qué Jesús se resistía a la multiplicación del vino, o continuar el banquete de bodas al que fue invitado.

Quizá me ha chocado más ahora, luego de muchos años de no haber sido testigo cualificado de ninguna boda, porque los matsigenkas no frecuentan el altar para sus compromisos y en los siete años que llevo en Koribeni no he tenido más que una de quechua con matsigenka, a diferencia de mi anterior parroquia, Rabinal, en Guatemala, donde cada sábado casaba de cinco a diez parejas. Me llama la atención que cuando a los matsigenkas les preguntas por qué no se casan por la iglesia, la respuesta es: «porque si pasamos por la iglesia, padre, el matrimonio no dura mucho». Estoy pensando que tienen razón, porque si pasan por la iglesia, y luego se meten el banquete semejante a los que yo he asistido, no durarían mucho debido a la indigestión total.

A lo que iba, que en eso de las bodas estoy desfasado y para más INRI, estas vacaciones han estado marcadas por las bodas. He celebrado tres y una de un sobrino con el que bromeaba porque, aunque no suele frecuentar mucho el templo, ha tenido que esperar casi dos años para encontrar uno en que poder casarse. En el pecado está la penitencia, le decía.

Pero no quiero hablar de pecados ni de sacramentos, sino de las bacanales que siguen a los mismos y que, según parece ya no son exclusivas de matrimonios, sino que se extienden a bautizos, primeras comuniones y confirmaciones.

El Banquetazo

Tales banquetazos o bacanales vienen durando aproximadamente entre tres y cuatro horas. Previamente se han degustado, en un jardín, multitud de selectos y caprichosos bocaditos de casi todo: jamón, chorizo, paté, selección de canapés, salpicones, fritos, chupitos y otras exquisiteces. Es lo que llaman el cóctel que no es más que el preludio de lo que a continuación se avecina: el menú. Son los platos fuertes: manjares de mar, aire y tierra: langostinos, vieras, gambas, bisteqs y solomillos, verduras sofisticadas, aves gratinadas… y entre manjar y manjar, se van regando con vinos de marcas de solera, sorbetes y champagne. Se endulza todo con pasteles y helados. Y remata el completo: café, la copa y el puro. Luego vendrán los bailes y la barra libre y al final de la noche, otra vez al pesebre para reponer las fuerzas perdidas en la danza.

En las tres bacanales a las que asistí, coincidieron los amigos en la misma pregunta: ¿Qué dirían aquellas gentes si nos vieran comiendo todo esto? Y siempre respondí lo mismo: Seguramente que dirían: ¡Qué pobres padre su gente¡ ¿Cuánto tiempo hace que no comen? Siempre he sentido el deseo de filmar las tres horas de banquete, pero siempre me he arrepentido y no sé qué dirían al verlo proyectado.

Luego de tales excesos, no es extraño que vengan los colesteroles, las tensiones, los triglicéridos, los michelines, los infartos y demás daños colaterales y todo lo que se deberá gastar en dietas, medicinas, ejercicios, gimnasios, pilatos, etc. etc. Gracias a Dios hace tiempo que dejé perdidas por los caminos de la selva, todas esas adiposidades.

La pregunta que yo me hago es: ¿qué parte de responsabilidad tenemos en todo esto los curas y la santa madre iglesia, en estos excesos subsiguientes al matrimonio y otros sacramentos? La verdad que he sentido rubor ante la invitación a las tres comilonas, pero no resistí la tentación y tragué.

Otra pregunta es: ¿Qué se pretende demostrar con esos excesos? Estoy convencido que se toman como una costumbre de la que todos estarían dispuestos a enterrar, pero ninguno da un paso adelante, por el qué dirán. Si a mi me invitaron, yo también tengo que invitar y no voy a ser menos. Quizá se hayan puesto de acuerdo todas nuestras parejas en imitar la boda celebrada en el otoño español por la no menos otoñal duquesa de Alba que tenía la osadía de casarse a los ochenta y tantos. No fui invitado a tan rancia ceremonia ni banquete consiguiente, pero no quiero imaginarme el gasto que allá se hiciera. ¡Ojalá que la crisis ayude a liberarnos de estos excesos!

Otra respuesta es que el tal acontecimiento les viene muy bien a los novios, pues ellos reciben y no aportan mas que el «sí quiero». El gasto se lo reparten los respectivos papás que se han tenido que gastar casi los ahorros de su vida para que a sus hijos no les falte la ilusión en ese día. Así que sumando el total de euros, suponiendo un promedio de 150 invitados por boda, el total supone la impresionante cantidad de 22.500 euros. No es extraño que tengan para un buen viaje de novios y la entrada en un piso o la compra de un buen carro. Y si sumamos a estos gastos los de los trajes, adornos florales, órganos y alfombras, coros y hasta el cura que los casa, la cuenta va incrementándose hasta la pesadilla. Creo que solo con lo que se gasta en el vestido de la novia, se puede vestir y calzar aproximadamente a 200 niños nativos.

De una de las bodas y banquetes a las que fui invitado, salí temprano, no más terminar el banquetazo, porque había prometido asistir a la toma de posesión del nuevo párroco de mi pueblo. No me imaginaba que luego de una emotiva y prolongada ceremonia, el mismo señor Obispo nos invitaba a todos los presbíteros a una cena que, aunque no llegaba al banquetazo de boda, no le quedaba muy a la zaga. Está visto que tenemos que aumentar a cuatro los votos en nuestra profesión de vida religiosa.

Quizá no sabía Jesús la que iba a armar al participar en aquel banquete de bodas y multiplicar el menú, sobre todo el vino y del mejor, aunque sí que se resistió, porque lo suyo era multiplicar para los pobres el pan y el pescado y eso era lo que mejor le salía y luego enseñaba como compartirlos.

Precio medio de tal exceso alimenticio: 150 euros por cubierto, que a razón de un promedio de 150 comensales da una cifra de 22.500 euros, equivalente a 83.000 soles aproximadamente. ¿Qué sé podría comprar con esta cantidad en nuestras comunidades matsigenkas?

5.000 kg. de arroz ………………………………………………………… 10.000 soles
3.300 kg. de frijol……………………………………………………………… 10.000
1.250 kg. de carne…………………………………………………………. 10.000
1.250 kg. de pescado……………………………………………………… 10.000
5.000 kg. de patata ………………………………………………………… 10.000
5.000 kg. de pan………………………………………………………….. 10.000
1.600 kg. de azúcar……………………………………………………….. 5.000
2.000 litros de aceite……………………………………………………… 10.000
1.300 litros de leche………………………………………………………. 8.000
———————
TOTAL……………. 83.000 soles

Termino confesando que todo estaba riquísimo y sigo acordándome de aquellos manjares cuando, con cierta frecuencia en mis correrías por la selva, llevo tres días sin comer. Lo tomo como penitencia por mis excesos.

Roberto Abalos
Misión Koribeni. Noviembre 2011

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