CARTA A UN AMIGO QUE NOS DEJÓ


QUERIDO RAMI:

Nos hubiera gustado comenzar esta carta tal y como la hubiéramos empezado si estuvieras en algún lugar más o menos lejano y quisiéramos alegrarte el día : ¿qué tal amigo? ¿cómo estás?. Por aquí todo va bien. Como siempre, para no variar.
Pero no es posible, o sí, ¿por qué no?.Si así lo hacemos es porque estamos seguros de que, de una manera u otra, estás entre nosotros, y así queremos creerlo.
Hoy hace poco más de un mes que nos dejaste. Te fuiste unos días antes de que comenzaran las fiestas de tu pueblo. Esas fiestas en las que tantas veces participaste. Todavía te recordamos con esa bata blanca junto a tu mujer, tus amigos y compañeros de la peña la Armónica bailando-o haciendo como que bailabas- en la verbena.
No quisiste llegar a ellas. Como gente sencilla, discreta, honrada y buen compañero que siempre has sido te fuiste antes, para que el dolor fuera más suave y no se cruzara en tiempo y lugar con la juerga y la alegría. Contrastes y contradicciones que tiene la vida. Unos disfrutando y otros rumiando el dolor y aparentando estar bien cuando la procesión va por dentro.
Y hablando de procesiones, estamos seguros que te habrán dejado un buen sitio en el cielo en el que, sin duda, estás. No en vano cargaste tantas veces con esa pesada cruz de madera durante el Viacrucis de los hombres en Semana Santa. ¿Quién va a llevar la primera Cruz?. Esta es para Ramiro, el de Juana. Y es que había que tenerlos bien puestos para aguantar todo el camino con esa pesada carga desde la primera hasta la última estación.
Pero para eso estabas tú, un hombre hecho y derecho que tuvo que soportar cruces más pesadas cuando la vida te arreó el primer guantazo y os dejó a tu madre sin marido y a ti y a tus hermanos sin padre cuando casi todos erais unos niños. Tiempos duros y difíciles que te tocaron afrontar como mayor de los hermanos varones y que supiste capear como sólo lo saben hacer las personas fuertes y luchadoras.
Así , con valentía, con rabia, con entereza y con la ayuda de tu familia y amigos, viviste una juventud dura, con muchas sombras, pero también con alguna alegría, como aquella que compartimos allá por los años 76 y 77 del siglo pasado cuando celebramos esa fiesta que tanto nos gusta a los villorejos como es la fiesta de los quintos. Ahí quedan los recuerdos. Imborrables, perennes en el tiempo y que ahora afloran, si cabe, con mayor nitidez. ¡Hola quinto!, así nos saludabas a más de uno cuando coincidíamos en algún lugar.
Y es que para ti, como para tantos otros, la fiesta de los quintos marcó un antes y un después, como quedaría demostrado 25 años más tarde cuando ya más gordos unos, otros más canosos, la mayoría con más arrugas y todos inexorablemente más viejos, volvimos a celebrar nuestra fiesta esta vez acompañados por nuestras quintas y nuestras parejas. Por cierto, vaya pareja la tuya. Supiste elegir. Seguro que no te has aburrido en todos estos años que has vivido junto a ella y los dos hijos que te dio y que ahora son los que más añoran tu ausencia. Si son de tal palo tal astilla no tendrán problemas para abrirse camino en la vida.
Bueno, quinto, sólo una cosa más. Seguro que tendrás a tu alrededor a mucha gente conocida. Entre ellos queremos que des un fuerte abrazo a otro compañero nuestro que nos dejo prematuramente. Tomás también fue quinto nuestro y para el va también nuestro recuerdo. Son los caprichos de la vida. Lo que hoy te da mañana te lo quita y a nosotros nos ha privado de vuestra presencia, de tu presencia, pero nunca nos podrá apartar de nuestros recuerdos. Y no lo olvides, como dice la canción : La Muerte no es el final.
Con cariño y hasta siempre

Tus quintos

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