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No todas las mujeres tienen la misma suerte en un trance similar

A TI MUJER: AGUEDERA O NO. CREYENTE O NO CREYENTE….


No todas las mujeres tienen la misma suerte en un trance similar

Suena el teléfono. Una vez más; es la cantinela de todos los día. En el negocio de Juan el teléfono es una herramienta imprescindible.» Si, ¿diga?». Silencio, al otro del teléfono no hay ningún cliente. Se oye una voz entrecortada entre sollozos. Reconoce a Pepa, su mujer. «Juan, me han visto un bulto en el pecho, me tienen que hace una biopsia». La noticia le cae como un mazazo. No es normal, no hace mucho tiempo que en la última mamografía rutinaria no habían detectado nada. Tras un azaroso silencio a cierta a decir «no te preocupes, no todo los bultos que salen en el pecho son malos». Se siente un estúpido, por mucho que sea verdad, sabe que esto no es un consuelo. Por su cabeza ahora solo pasa el que su mujer está sola y esta pasando este mal trago sin nadie al lado con quien poder desahogarse. Es el sino de las mujeres. Ellas, al contrario que los hombres, casi siempre van solas al médico; y las noticias, buenas o malas, las tienen que asimilar en solitario quieran o no.

Lo acontecido hace que el camino de vuelta a casa se haga más largo de lo normal. En su pensamiento ya no hay lugar para otras cosas. Vuelven a su memoria las primeras palabras que dijo a su mujer: «No te preocupes, no te preocupes…¡Iluso!, quién es el para pedir esto a nadie cuando el primero que no va a dejar de darle vueltas a la cabeza es él. A partir de aquí todo lo peor pasa por su imaginación. Teme el momento de encontrarse con ella y derrumbarse. Y una vez más aparece la Mujer, con mayúsculas. Es ella la que tiene el problema, y es ella la que pone el punto de cordura y valentía en una situación en la que su marido ya se teme lo peor.

Los resultados de la biopsia no tardan en llegar. De momento y en un primer análisis no parece que haya nada malo, pero es necesario operar para evitar males mayores y hacer un diagnóstico más certero de la situación. Como siempre, y para no variar, el optimismo lo pone la mujer, el marido, a pesar de los resultados favorables hasta ahora, sigue emperrado en mortificarse y pensar siempre en negativo.

La operación se desarrolló dentro de lo normal y los resultados de los análisis son buenos. Tras la intervención queda un nuevo control que deberá se definitivo. Por casualidades del destino, esa que debiera ser la última consulta queda fijada para el día 5 de Febrero.

Tres meses de larga espera hasta que llegó ese día: Santa Agueda. Pepa es creyente, sin duda alguna sus oraciones a la Santa no han faltado en todo este tiempo transcurrido. La espera es tensa. Cada vez que suena el altavoz para llamar a un paciente le da un vuelco el estómago y se aceleran lo latidos del corazón. Hoy no está sola, Juan la acompaña, ella conoce bien a su marido y sabe que el canguelo no hay quien se lo quite, pero le gusta que esté a su lado y si algo no va bien tener en quien apoyarse. Por fin su nombre suena en la sala de espera. Cuando llega a la consulta del médico tiene la sensación de estar ante un juez que va a dictar sentencia. «Sentaros por favor», dice amablemente el doctor; una frase y ocho o diez segundos echando un vistazo al historial que se hacen eternos. La voz del médico suena a gloria: «Todo está normal». Juan no escuchó más, miro de reojo a su mujer y vio que estaba a punto de llorar, pero de alegría. Todo había terminado. No quiso ni imaginar como hubiera reaccionado si el médico hubiera dicho todo lo contrario.

De vuelta a casa la alegría era patente en sus caras y en su conversación. Era el primer mal trago que habían tenido que pasar desde que se casaron. Ahora la vida se ve de otra manera. En el pueblo repican las campanas. Es la hora de misa. Su sonido parece más alegre que nunca: Hoy es un día feliz para Pepa. Nunca mejor día para recibir esta buena nueva: Santa Agueda; a ella dedicará Pepa sus plegarias y sus oraciones. Juan lo sabe y calla, a él también le gustaría creer.

T.P.

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