En corto ✍️
A veces, los sueños se hacen realidad.
No le importó que se fuera la luz, una más de tantas noches de tormenta, donde la única claridad que vería a partir de ese momento sería la de los relámpagos que se colaban por las rendijas de las desvencijadas ventanas de madera. Además, la noche sería corta, con el canto del gallo tendría que acompañar a su padre hasta la finca para ayudar en las tareas de la siega. Siete años recién cumplidos y ya le tocaba madrugar, sufrir y trabajar.
Tras un sueño corto y poco reconfortante, ambos emprendieron el camino a lomos de su burro, de nombre Calixto (como su tío, y sin ánimo de ofender). Ocho kilómetros por un camino seco y polvoriento, flanqueado por campos dorados de cebadas, trigos, y centenos erguidos, y cabizbajos a la vez, a la espera de que el filo de las hoces y la pericia de los segadores doblen sus cabezas y su altanería.
Llegan a su destino. El sol se despereza por el horizonte al son de balidos de ovejas, aleteo de avutardas y el crotoreo de las cigüeñas que anidan en la iglesia cercana. La mirada de su padre se pierde en el infinito «¡Qué dura se presenta la jornada! Qué distinto sería si por estos campos corriera el agua»-masculla mientras aguza las hoces. Es lo último que el niño oye. Su duermevela se transforma en un sueño profundo. Y, en él, ve el agua que anhela su padre: un inmenso lago cubre los campos. Un agua que lleva vida y esperanza a unas tierras y unas gentes que allí habían dejado, como en la película, sangre, sudor y lágrimas.
La luz del sol sobre su cara lo devuelve a la realidad. Busca a su padre con la mirada. No está. Su burro, Calixto, tampoco. Junto a él ve un par de hoces oxidadas, unos dediles carcomidos por el sol y un atado de vencejos entre los que asomaba su cabeza, curiosa, una lagartija. Levanta la mirada y entiende que el sueño se ha convertido en realidad. Su vista se dirige hacia el agua y la imagen de un viejo con la cara arrugada le devuelve una risueña mirada. Se acuerda del sacrificio de sus padres, guiña el ojo a su compadre y le saluda con su rugosa mano: «ha merecido la pena soñar. Me ha costado una vida, he despertado en el futuro. Ahora hay que proteger lo conquistado».
SPP
P.D. Me he permitido la licencia de utilizar el lema del cartel anunciador de la fiesta de mañana para terminar el texto.
Feliz día del trabajador.