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UN PASEO POR EL CAMPO

“Ya viene Mayo por esas cañadas, espigando los trigos y granando cebadas”.

Camino con ganas de aire, con ganas de olor a campo, a trigo verde, a estiércol, a tierra mojada , con ganas de olor a libertad, esa que nos ha robado ese maldito b… No, me niego, hoy no lo voy a nombrar. Basta ya.

Subo por San Benito, antaño teso bendito, donde crecían la jara y el tomillo que surtían las hogueras que marcaban y perfumaban el camino que recorría La Virgen el día de Santa Cruz, hasta llegar a lo alto y dar a los campos su bendición. Cuna de recuerdos de infancia, de profundas zanjas y gavias misteriosas, fábrica de tinteros y de piedras para fregar ; de batallas de indios, de refugio para hacer novillos. Rocas blandas que dejaban pasar el agua de manantiales y fuentes que fueron durante muchos años vida para nuestro pueblo. Historia perdida de sus gentes. Hoy todo ha cambiado. Miento, todo no, siempre nos quedará la viña de Costa (gracias Javi).

El camino paralelo al canal invita a seguir con el paseo. La Fuente De Alba, la eterna Fuente De Alba sigue ahí, perenne, como vivo ejemplo de esos manantiales que antes mencionaba. A lo lejos veo mi objetivo: esa torre, hincha del atlético, que corona el teso de la Calera. Largo camino todavía por recorrer, a la izquierda el canal, los altozanos y tesos impiden ver más allá en el horizonte.

A la derecha nuestro pueblo, siempre nuestro pueblo, con su vetusta torre tan peculiar, sobresaliendo por encima de todo. Eterna vigilante. Refugio de palomas, relojes, campanas y cigüeñas, -himnos nacionales y música festiva ahora también- Ejemplo de resistencia a rayos, centellas, lluvias, vientos y decibelios verbeneros. Todo un símbolo para los villorejos. Alrededor de ella nuestras casas, diminutas en la lejanía y flanqueadas por las arboledas que le dan vida. Un pueblo en pleno valle, típico pueblo de esta vieja Castilla que tanto queremos y tanto añoramos cuando estamos lejos.

La torre rojiblanca me indica el final del recorrido. El monte de Babilafuente saluda desde el otro lado del valle. Un valle salpicado de pueblos, de casas, de naves y de árboles que nos muestra esa amplia gama de colores que nos regalan los labradores con sus diferentes cultivos. Labradores que hoy honran a su patrón. Ellos se convierten sin saberlo en pintores de este paisaje, un paisaje que nunca dejaré de admirar. Pero una densa nube de humo se alza a la izquierda rompiendo la armonía. Comienza a soplar el viento de poniente, ya no huele a campo, ni a verde, ni a estiércol ni a tierra mojada. Un olor empalagoso lo invade todo. Es el precio que hay que pagar por el progreso. Volveremos cuando sople el viento del norte o de Levante. Regresamos a casa, aún queda mucho camino por andar. Por fortuna no camino solo, llevo a mi lado mi querida y fiel compañera.

Feliz día a todos los labradores y a todos aquellos que con su esfuerzo y su trabajo sacan de la tierra lo mejor de sus entrañas, y en especial a mi amigo José Manuel López Herrera .

SPP

 

Fotos galería: Pilar Corredera

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