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FERIA DEL LIBRO DE SALAMANCA

PRESENTACIÓN «LAS PALABRAS QUE ME HABITAN»

FERIA DEL LIBRO DE SALAMANCA
LAS PALABRAS QUE ME HABITAN. QUINTÍN GARCÍA


Hay veces que la vida tiene sentido del humor y, a pesar de los años vividos, no deja de sorprenderte. O quizás sea el destino, que cada uno tenemos escrito en alguna parte y no lo sabemos. Dirán ustedes que por qué digo esto. Para responderles, permítanme que les cuente una pequeña historia.
Creo que corría el mes de enero de 1981, cuando un grupo de frailes dominicos llegó a la comarca de las Villas y se asentaron en la casa parroquial de Babilafuente. Su misión era atender a las parroquias y feligreses de esta comarca salmantina, hoy una de las más pujantes de la provincia pero que entonces no lo era en absoluto.
La llegada de aquellos frailes supuso toda una revolución para la población de aquellos pueblos, acostumbrados a otro tipo de servicios religiosos y con unas mentalidades más propias de tiempos pretéritos. La música y la alegría entró en las iglesias y el mensaje del evangelio salió de la teoría de los púlpitos y se dirigió a las calles y a las personas.
La sorpresa y la desconfianza iniciales, propias ambas del inequívoco carácter castellano, pronto se tornaron en integración, participación y aceptación sin reparos de los recién llegados. Me atrevo a decir que la progresiva evolución social, la solidaridad y los valores humanos que hoy impregnan esta comarca, tiene mucho que ver con esta comunidad de dominicos. Su influencia marcó la vida de aquellos que por entonces eran niños y la de las generaciones siguientes.
Pues bien, para aclararlo todo…..yo era uno de aquellos niños y Quintín García era uno de aquellos frailes. La diferencia entre aquel año de 1981 y hoy, nada sutil por cierto, es que yo tenía 10 años y Quintín 36.
Por este motivo comprenderán ustedes que presentar hoy aquí la obra poética de Quintín García, como diputado de cultura, es para mí algo muy especial. Forma parte de mi vida y de mi infancia.
El mensaje de Quintín, Roberto, Juan, Pedro, Paco, Luis….y de los ya desaparecidos pero nunca olvidados, Alfredo y Bernardo, supuso un antes y un después en nuestra formación como personas y en nuestra forma de comprender y afrontar nuestras propias vidas.
Perdonen ustedes, yo había venido aquí a presentar un libro y creo que ya es hora de que lo haga. «Las palabras que me habitan», título elegido para la recopilación de la obra poética de Quintín García, es pura sensibilidad de principio a fin. Nada que sorprenda a quienes ya lo conocemos pero que sin duda hará disfrutar a aquellos lectores que disfruten de su poesía por primera vez.
He dicho sensibilidad y no sensiblería. Porque si algo tiene Quintín García es que siempre pone el dedo en la llaga; es como un mazazo contra la incomprensión, la injusticia, el egoísmo y el dolor de una humanidad que sangra por multitud de heridas. Quintín observa el mundo y sufre por y con él. Pero también, y en la misma medida, disfruta de sus maravillas. Sus versos son una prolongación de sus ojos y de su mirada. Esos ojos pequeños y vivos que nos invitan a detenernos de nuestra vida frenética para disfrutar de la naturaleza que nos rodea. Nos enseña a mirar y a comprender. Esa gota de rocío que resbala entre la hierba con los primeros rayos del sol después de la escarcha invernal, ese momento único en que la flor del almendro sale al exterior….ese ocaso de un día cualquiera en la meseta castellana que se va para nunca volver…
Imposible no recordar sus sermones a los fieles desde el altar de la iglesia de Villoria, cuando el silencio se podía cortar mientras sus palabras calaban en cada uno de nosotros como la gota que poco a poco va horadando la piedra. Nunca he sabido por qué pero esa imagen de Quintín siempre me llevaba a otra. A la de San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno, en Valverde de Lucerna.
Y luego, desgraciadamente, Quintín se nos quedó sin voz y nosotros huérfanos de ella. Ya no pudimos escuchar ese tono sereno y pausado que siempre nos mantenía atentos a tus palabras. Pero tus palabras no desaparecieron; seguiste plasmándolas en el papel o en la pantalla del ordenador. Y hoy, con este libro, podemos volver a disfrutar de ellas.
Recuerdo que un día te dije en broma que Dios te había privado de la voz porque en esta vida no se puede tener todo. Y que ante la tesitura de privarte de un cerebro privilegiado o una gran voz, Dios se decidió por lo segundo. Así, al menos, tus seguidores podemos seguir disfrutando de tu magistral forma del hilvanar ideas y juntar palabras.
No me quiero extender más. No soy crítico literario y esa parte se la dejo a José Luis Puerto con su magnífico prólogo y a las personas que hoy nos acompañan. Mucho más capacitadas que yo para esos menesteres.
Me quedo con esa estrofa magistral que quizás lo resume todo. Tu vida y todas las vidas:

Una vez aprendido el nombre verdadero
de las cosas y palpadas con mis manos
las distintas formas y colores; y sorbido
el humo, tan gris, mentiroso, de las cúpulas
doradas donde ardí, vuelvo
andando, desnudo
de horizontes, por los mismos
surcos largos, inextinguibles
por los que me marché…

Muchas gracias.

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