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Estamos en los años 1974 y 1975, años de profundos cambios en España, y epoca en que el arte popular o mayoritario predominaba a lo estriztamente establecido.

CANCIONES DEL VERANO IX

Estamos en los años 1974 y 1975, años de profundos cambios en España, y epoca en que el arte popular o mayoritario predominaba a lo estriztamente establecido.
1974 yLa historia

Una máxima del arte de la guerra (sí, así es como lo llaman) señala que las posiciones recién conquistadas deben ser consolidadas de inmediato si se quieren registrar en el haber particular del atacante. Y algo de esto debieron de pensar los señores del régimen, que de otros quizás no, pero de este arte sí que sabían lo suyo. La victoria alcanzada en 1973 por los vítores castizos a la piel de toro precisaba de continuidad para que sus efectos perdurasen y el triunfo fuese, si no aplastante, sí al menos espectacular. Con estas premisas, los generales de la cosa popular y musiquera diseñaron un programa de fortificación que presentaba como principal cimiento la candidatura de Peret al festival de Eurovisión, que aún continuaba siendo el primer escaparate internacional del pop. Tan seguros estaban de que el viva España había hecho mella en el conjunto de la humanidad contemporánea que apostaron por lo que nunca habían hecho hasta el momento: jugársela a la carta del flamenco de andar por casa en formato rumba catalana y con un gitanito bailarín como protagonista. De nada serviría que ese mismo año se produjeran algunas de las aportaciones más sobresalientes del pop de la época: La fiesta de Blas (Fórmula V), Acalorado (Los Diablos), Adiós amigo (Santabárbara), Todo el tiempo del mundo (Manolo Otero), Tómame o déjame (Mocedades, cuyo Eres tú arrasaba ya en las listas de Estados Unidos), ¿Quieres ser mi amante? (Camilo Sesto), Un ramito de violetas (Cecilia), Penas (Juan Bau), Manuela (Julio Iglesias), Tú serás mi baby (Karina), Por el amor de una mujer (Danny Daniel), La distancia (Roberto Carlos), Bésame Magdalena (Nubes grises) o el Hay que lavalo (La Charanga del Tío Honorio). Ese año fue declarado oficialmente rumbero y patriota, y quizá por ello se reforzó el panorama con cosas como Te estoy amando locamente (Las Grecas) o No sé (Rumba Tres).
Desde luego que el Canta y sé feliz de Peret no se comió un rosco en el certamen para el que fue concebido. Las miradas desconcertadas del público ante el montaje chabacano que allí se ofreció bastaba para hacerse una idea de lo que dictaminarían los guayómini uan point, uan pua poco rato después. No era para menos, la puesta en escena y la letra de la canción (suponemos que traducida en libreto para la ocasión) tampoco ayudaba demasiado. Era como el Don’t worry, be happy de Bobby McFerrin, pero en caló de muy pena penita pena. La ¡Alegría! de la copla sonaba a la que se grita cuando alguien rompe una pieza de la vajilla en alguna fiesta (todo el mundo se ríe, pero mira al patoso con cara de sorna y/o reprensión). Ridículo por todo lo alto, vaya, para qué vamos a extendernos más: ni siquiera voy a comentar aquí lo de la rubia de la autopista. ¿Para qué? No sirve de na.

Aquello fue un borrón en la carrera de Pedro Calaf Pubill (lo han adivinado, Peret), hijo del barcelonés barrio de Gracia, que había ido evolucionando de la rumba a la horterada comercial hasta estrellarse dramáticamente con la realidad en el concurso de la canción por excelencia. Sus éxitos más sobresalientes fueron Una lágrima, Gitano Antón, Qué cosas tiene el amor y Borriquito como tú, lo que, junto a su producción musical de mayor autenticidad (bajo el Peret del petardeo se escondía un verdadero talento de la canción popular) le valieron el sobrenombre del Rey de la Rumba. Cómo de duro sería el golpe eurovisivo que Pedro decidió retirarse a predicar la fe evangelista cual apóstol de la renovación musical y espiritual. Afortunadamente, el Rey ha sabido sobreponerse tanto a la chabacanería como a la cuestación y ha vuelto a los escenarios recuperando lo que nunca debió abandonar: la rumba del barrio, alegre o triste en sí misma sin más aditivos. Para los escépticos recomendamos el álbum Peret, el Rey de la Rumba (Chewaka-Virgin), donde comparte microfonía con gente como Jarabe de Palo, David Byrne, Amparanoia, Dusminguet, Macaco, Sargento García, El Gran Silencio, Fermín Muguruza, Tonino Carotone, Mastretta, Malou, Estopa, Carlos Jean o Profesor Ángel Dust. No todo es lailo lailo.

1975 yLa historia

1975 fue un año clave en la historia reciente de España. Los acontecimientos que se sucedieron, con la muerte de Francisco Franco, la coronación de Juan Carlos I y el abandono de la colonia del Sáhara a la cabeza, variaron sensiblemente la faz de un país que había permanecido secuestrado durante tres décadas y media y que exigía a gritos la ansiada liberación. La dictadura se desmoronaba. Antes que Franco ya había desaparecido su delfín, Carrero Blanco, y en junio lo haría otro de los hombres fuertes del régimen, Francisco Herrero Tejedor, ministro y secretario general del Movimiento. En Italia fallecía el padre del Opus Dei y la presión internacional era cada vez más fuerte. El país se posicionaba ante lo que parecía inminente. Las dudas eran enormes: el Ejército permanecía fiel al Generalísimo y a todo lo que representaba, el príncipe Juan Carlos no adelantaba nada que pudiese sonar a plan de futuro, los franquistas se manifestaban por todo el país en actos de afirmación nacional y los demócratas se mostraban cada vez más dispuestos a encender la mecha de la rebelión popular. La máxima tensión de este tira y afloja previo al fallecimiento de Franco se vivió el 27 de septiembre, el fusilamiento de tres miembros del GRAPO y otros dos de ETA desató una tormenta de protestas dentro y fuera del territorio español. La democracia llegaría al fin, pero aún quedaban unos cuantos años de enfrentamientos, muertes, dolor e incertidumbre.
En este contexto, la canción del verano seguía a lo suyo, deleitando al personal con las excelencias de sol y de la playa, del baile de moda, del amor ligero o de lo último en onomatopeyas. Sólo los cantautores mantenían una vinculación estable con la realidad circundante, configurándose en notarios de un tiempo y una época claves para el desarrollo del país. La canción del verano marcaba la pauta del pop y la de autor, la de la historia.
Dos temas brillaron especialmente en el período estival del 75. Uno, con aires de agropop urbano (si se me permite la contradicción), macarra, juerguista, progre y desenfadado, ácido si quieren también: Saca el güiski, Cheli (Desmadre 75), cuyos versos decían algo así como: «Bajando mismamente por la Calle Mayor / dejando al personal con un pasmo, / íbamos aquí los amiguetes y yo / jalando con la moto a to trapo. / La gente mayormente se quedaba alelá / porque íbamos pisando los charcos, / saltando los semáforos de Plaza Mayor / y echando a voces este cantar: / Saca el güiski, Cheli, para el personal / y vamo a hacer un guateque. / Llévate el casete pa poder bailar / como en una discoteque». Éste vendría a representar una innovación importante en la canción del verano, la introducción de la vertiente golfa, inaugurada algún tiempo atrás por Tábano, Las Madres del Cordero, Desde Santurce a Bilbao Blues Band o La Charanga del Tío Honorio con su Hay que lavalo.

El otro hit fue el que hemos seleccionado para presidir esta entrega, El adiós de Amigos de Ginés (una formación creada en 1970 y muy vinculada al Rocío y a Sevilla entera), es probablemente la sevillana más cantada en familia de toda la historia y aquel año barrió directamente en discotecas, guateques, fiestas y tardes de pandilla. Lo cierto es que visto desde la perspectiva histórica, la letra de la canción parece haber sido concebida expresamente para ese año, y es igualmente aplicable a las despedidas románticas o fraternales al concluir el Rocío o el verano, como a los fusilamientos de septiembre, descolonización del Sáhara o a la muerte de Franco y el fin de la dictadura.
El resto de éxitos de esa temporada se completa con piezas históricas de nuevos y viejos conocidos del género: Rosana (Los Diablos), Llorando por Granada (Los Puntos), Melina (Camilo Sesto), El bimbó, Paloma blanca y El campesino (Georgie Dann, abusando), Bye bye fraulein (Micky) o Un millón de amigos (Roberto Carlos); junto a la primera avalancha discotequera USA: : Disco queen (Hot Chocolate), Fly, Robin, fly (Silver Convention), Jive talkin’ (Bee Gees), Love to love you, baby (Donna Summer), Never can say goodbye (Gloria Gaynor) o That’s the way I like it (KC & The Sunshine Band), Lady Marmalade (Labelle)

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