PELIGROS DE LA SELVA-4-


Las pulgas aludidas y los piojos, son otros inquilinos que tienes con suma frecuencia en tus correrías, sobre todo cuando extiendes tu cansada y dolorosa humanidad sobre cualquier planicie por donde transitan aves, cerdos, perros u otras especies domésticas. Se ceban a miles en tu piel y te dejan como sarampión toda tu geografía. La diferencia entre pulga y piojo es que aquella siempre practica geometría, pues pica en forma triangular. El piojo es analfabeto y pica sin tanta erudición.

Pariente de los anteriores y más camuflado todavía es el Isango (Mamperikiti). Este tiene la desvergüenza de preferir las partes pudendas de tu organismo y lo disfruta con fruición, hasta el punto que tú mismo contribuyes a incrementar, al arrascarte, tu amargura. Esta sarna con gusto-disgusto, perdura hasta por una semana. Dicen que el jabón de lavar es el arma más eficaz para terminar con los efectos de la vergonzosa picadura. Yo lo probé, pero sin fortuna. Desaparecen cuando deciden morirse.

Otros insectos son los llamados Maño que es el vulgar zancudo y que aparece también como la epidemia o plaga. También de la familia es la Manta Blanca (Yosaro) que se caracteriza porque allá donde te pica, aparece automáticamente un hilillo de sangre y al cuajar la herida, queda un puntito negro que sumado a los cientos que te harán, pintan tu piel de curiosos tatuajes y ponen tus manos a trabajar con frenesí.

El más grande de los insectos voladores es el Murciélago (Pigiri). Casi todos chupadores insaciables de sangre ajena. Rara es la noche que no te sobrevuelan donde quiera que te encuentres y planean velando tu sueño hasta que estás en un umbral profundo y entonces aterrizan con su mordisco. Son capaces de matar vacas de tanto practicar la chupadura. Y si te descuidas, te quedas más pálido que las víctimas de Drácula.

Estamos dejando para el final a la más mortal y pérfida de las criaturas: la Víbora (Maranke). Las hay muy abundantes y variadas y la mayoría venenosa en grados diversos. Las hay letales sin remedio cuando te pican en semejantes espesuras a días de un puesto de socorro.

Hasta aquí, por no asustar, algunos de los peligros de esta selva que yo estoy a diario transitando y que ya me ha dejado varios tatuajes en mi fisonomía. Uno corre por aquí más peligros que San Pablo, pero no se preocupen, este patoso, todavía puede contarlos. Continuaremos otro día con aquellas novedades que me vayan saliendo al paso.

R.A.I.
Misión San José de Koribeni
Agosto 2005

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