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Qué difícil es ser padre y más, abuelo.


Este artículo es como un multiusos de alto voltaje, pero es parte del sistema. Estamos en un círculo, no todos, un poco complicado y como soy muy inquieto solo quiero morir en paz sin que me den disgustos, que son los que te matan. Y como los nietos son parte de nuestras vidas, porque los quieres tanto como a los hijos, que daríamos la vida por ellos, ya que son nuestras perlas humanas. Pues yo creo que estamos haciendo, la mayoría, un servicio acojonante sin faltarles de nada ¡faltaría más! Para eso estamos nosotros. Creo que se les está protegiendo demasiado.

La verdad que tenemos una generación majísima, pero muchos o la mayoría, se las aguantan, y otros después de estudiar van a patatas u otros menesteres para ganar unas buenas perras, que luego les vienen muy bien para sus cosas en el invierno.
Cuando yo era pequeñito, la gente humilde nunca festejábamos los años, sólo sabías cuando los hacías. Llegaba el abuelo y le ponía el nombre, del día del nacimiento. Al día siguiente llegaba el padre y le ponía otro o el suyo, era todo un tinglao. Eso le pasó a un hermano mío cuando fue a la mili y le mentaron su nombre y no apareció, menuda pirula le montaron. Así que yo nunca he festejado mis años hasta que me casé. No recuerdo a mis padres que, cuando éramos pequeños, hicieran un extraordinario como pasa ahora que todo se celebra; creo que es porque vivimos mejor, aunque alguno no se lo crea.
Cuando mis nietos cumplen los años nos juntamos en familia, pero no termina ahí, hay otro día que se juntan con la cuadrilla y otra vez de cuchipanda.
Yo como soy un poco corre lindes, me llamó un gran amigo que hacía tiempo que no nos veíamos ¡Chico ven para acá! y trae tu última historia. Así que allí me presenté en un pueblo alejado del mío. Al llegar se pusieron tan contentos su mujer y él.
Me empezaron a contar que lo habían pasado muy mal con la maldita pandemia. Tienen unos cuantos hijos, todos casados y con nietos y muchas tierras a las que, me dijo, a veces coge el tractor y se va a ellas porque allí es donde se encuentra mejor.
Era por la mañana, bajamos a una gran bodega y allí tomamos un par de vinos y unas raspas de jamón, me empezó a contar mi amigo. Hace unos días hice 80 años, cómo se van pasando nuestras vidas, aquí se presentó toda la tropa. Nueras, nietos, pero temo ese día amigo. Después de que la dan buena paliza a su madre, nos sentamos a comer y sus niños hacen lo que les da la gana, sus padres ni se enteran. Se ponen a hablar, a comer y a beber y su madre aguantándoles: que a uno no le gusta esto, que al otro tampoco, otros se ponen a llorar porque no tienen respeto en la mesa que es sagrada y sus padres: como Paco en el árbol.

Es el cumpleaños del abuelo y me dice su mujer ¡Alfonso, es que este hombre no aguanta nada! Te voy a contar.
Viene la tarta y las jodías velas, a cantar el cumpleaños feliz, los regalos y toda parafernalia, fotos para el recuerdo, no se dan cuanta que esto a mis años me mata. Están los paparazis para hacer la foto del recuerdo, me agarran de las orejas y 80 veces tirando de ellas y encima alguno se sube encima de la chepa. Como son varios, a sus padres les hace gracia, sin darse cuenta que me las dejan ensangrentadas y como siempre hay un niño alfa, el más espabilado, se arrima a mí y me dice el tío. ¡A ver si nos subes la paga abuelo! Si no, no vengo a verte. Así que temo cuando llegan los cumpleaños, encima si algún niño no apaga las velas en el momento ¡Otra vez! A encenderlas, ellos se lo pasan bomba y ya sabes como en todas las familias unos se llevan bien y otros no tan bien, pero hay una pareja que te cuento.
Ella no me traga y yo a ella tampoco, desde que se casó con mi hijo, así que me felicita, que yo creo que en vez de besarme me muerde la tía, del cariño que nos tenemos. Se despiden tan contentos ¿Te ayudamos abuela? Menos mal que lo dicen, pero aquí nos lo dejan para mí y mi mujer. Así que estás deseando de verlos y más cuando se van.
Te voy a contar de esta paraguaya de mi nuera, le dije, ¡Pero es paraguaya! ¡No! Es de por aquí, diciéndole esto son cosas de familia y me cuenta.

El primer tractor y cosechadoras que vinieron a este pueblo las traje yo, he trabajado mucho y he comprado muchas tierras, les he ayudado mucho y el que ha querido ha sacado su carrera. Esta nuera tiene dos niños, nos los deja ver cuando a ella le da la gana, es una señoritinga y encima casi no nos deja besarlos porque les podemos pegar algo malo. Salté como un escopetazo, ¡Lo siento amigos! Vuestro hijo es un bragazas, que estos problemas por desgracia están sucediendo mucho. Llevas razón, eso le pasa por bueno, porque con sus padres no hacen esto y he pensado desheredarlos. Le dije, esto está mal, porque por lo menos les tienes que dejar la legitima, me contestó que ahora habían aprobado una ley que si quieres los desheredas. Me dijo su mujer, es un cabezota y no se da cuenta que es nuestro hijo y son nuestros nietos, yo le dije no lo hagas que te va a pesar.

Lo que tienes que hacer es ir de vacaciones o donde quieras. Ya no podemos, no sé si será por el COVID, o porque nos estamos haciendo viejos y… de lo otro ni chispazo. Se me están quitando las ilusiones de mi vida. Menos mal que en mis queridas tierras me refugio, su mujer estaba triste por la que se le avecinaba. Les dije, yo no tengo este problema, nos vamos dos veces de vacaciones con los amigos y nos lo pasamos pipa, haced vosotros lo mismo. Lo pensaremos.
Hemos sido felices toda la vida, pero se lleva muy mal, ¡Mira amigo! Decía mi padre -y eso que fuimos ocho hijos- que dos tetas tiran más que cien carretas y que la manta de arriba era la que jodía y nosotros no podemos cambiar el mundo. Son otras generaciones y nosotros quizás seamos los culpables, porque les hemos dado todo. Me dijo, temo mucho las residencias, ¡Yo también! Encima dice la trianera de mi nuera que es donde mejor estamos los dos juntitos. Lo tenéis muy fácil, tenéis dinero una buena casa, pues coger una chica o dos para que os sirva y viviréis como dios, no intentéis amargaros porque cualquier día os da un soponcio y hala, otro con San Pedro.
Un abrazo.


ALFONSO “EL PINDOQUE”

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