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Se nos va la generación de hierro.

Este fin de semana estuve en VILLORIA y por desgracia acababa de morir Pablo, un vecino de toda la vida y de esos hombres incansables, trabajador inagotable y de esa generación que ya casi no quedan. La vida pasa para todos, vamos quemando etapas, cumpliendo años y sin remedio llegaremos a nuestro fin. Dentro de unos días recordaremos a los familiares y amigos que ya no están, los que nos dejaron,unos jóvenes, otros más viejitos, pero todos les echamos de menos, añoramos esos momentos vividos a su lado, nuestros padres, abuelos, vecinos, amigos… Cada vez que vuelvo al pueblo me vienen muchos recuerdos de aquellos que ya no están, pasaron penurias, lucharon para que el futuro de sus hijos y nietos fuera mejor que el suyo, después de una guerra civil, la postguerra, una dictadura y poco a poco consolidando la tan deseada democracia. Estos que no tenían más distracción que trabajar para llevar un trocito de pan a casa, las cuales estaban llenas de niños con más hambre que el que se comió las estrevedes.

Muchos me cuentan que cuando venían de segar les costaba andar normal, las casas húmedas, sin calefacción, las calles embarradas, unos zapatos para todo, y de ropa ni hablamos. Pues todos estos guerrer@s se nos van poco a poco, esas profesiones que van desapareciendo y que en cada pueblo había alguno, los silleteros, sastres, hojalateros, herradores, picapedreros, cesteros,modistas, molineros, herreros, pastores, etc…Algunos hijos y nietos todavía tienen esos motes de sus antepasados y orgullosos que están. Jere, que nos dejó hace poco, era picapedrero, un tío muy duro, le conocí bien al ser vecino de mi abuela, esas cuadrillas que se iban a tomar el vino o la caña después de estar todo el día en el campo, de sol a sol, Mi abuelo Mundo que era molinero, pero las mujeres no se quedaban para atrás, recuerdo perfectamente a mi querida vecina Goyina, tirando de pala todos los días con las botas de goma, limpiando las cuadras y la mierda de los chotos, la ves ahora y tiene más energía que las de 20, La tía cojones, como la llamaban a mi abuela, hasta que no pudo más en la cocina y la barra del bar, además de aguantarnos a todos los templaos, jejeje, recuerdo en la fresa a algunas mujeres, ya mayores como hacían cajas sin descanso.

Los albañiles, que en nuestro pueblo siempre había varias cuadrillas, en aquellas épocas, sin retroexcavadoras, simplemente a pico y pala, los Soldaos, los Morronchos, los tijeras, los Chochos, los Cordovillas, los Pindoques… A día de hoy siguen los hijos y los nietos levantando casas, me encanta sentarme en el bar y charlar con toda esta gente que otra cosa no, pero anécdotas tienen muchas. Hoy en día le cuentas a estos niñ@s de cristal, por lo que pasaron sus abuelos y como ellos tienen buenas ropas, comida caliente y calefacción en casa no le ponen mucho interés, pero sin duda ninguna nosotros somos parte importante de que nuestros hijos sean muy cómodos, porque les damos todo hecho y algo de todo esto que pasaron nuestros familiares no les vendría mal, así valorarían más las cosas y lo que cuesta llevarlo a casa. Espero que todos estos chavales cuando vean por la calle a esos viejitos que algunos casi ya no andan, les ayuden y sobre todo agradezcan el bienestar que tenemos en estas épocas, porque ell@s fueron los que lucharon en las calles para que ahora tengamos, educación, sanidad, seguridad social y sobre todo las infraestructuras para poder vivir medianamente bien.

Muchas gracias a la TERCERA EDAD, que nos duréis muchos años y sigáis yendo de vacaciones todos juntos que os lo habéis ganado más que de sobra

Javier López Martín.

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