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EL CAMPO ME LO HA ENSEÑADO

Mi infancia ha pasado, en plena naturaleza,
en el campo, entre huertas, pozos, agua y sembrados.
La luz prístina e intensa de Castilla, que quema en el verano.
Con mi padre , haciéndome fuerte,
entre cerros y ganados, viendo crecer los campos.
Observar los animales, descubriendo sus encantos,
cada uno diferente y mis ojos como platos.
Agudizando mis sentidos, madurando.
Aquí aprendí a ser sensible,
a otear el horizonte, a mirar a lo lejano.
A descubrir mi interior, en simbiosis con lo humano,
a sentirme naturaleza, una más con aquel llano.
Campos verdes de Castilla, verdeguean en verano.
Gran sacrificio para una niña, debería estar jugando,
tanto tiempo de soledad en el campo.
Marcome en lo profundo, me ha encauzado,
a sentir como ahora siento, profundo, sensible, humano.
Como los animales, sin maldad, aunque hagan daño,
a no defenderme , aunque me estén matando.
Ver, más allá del horizonte, el sol, las estrellas, lo humano.
Saber que eres diferente, mientras todos están jugando,
tu alma se ha elevado, discierne desde lo alto.
Altos vuelos planeando, sintiendo, gozando,
disfrutando de ser libre, tanto como el milano,
el campo me lo ha enseñado.
Tanto sacrificio, aquí está el resultado,
mi padre me puso en camino, yo lo he aprovechado,
tanto que ahora, escribo estos versos,
lo aprendido en este campo, campo de Castilla, humano.
El verano de mi infancia, me ha marcado,
los olores, los sabores, los sonidos,
la caricia de esa agua nadando,
no sólo acariciaba mi cuerpo,
esculpió mi alma, enseñando a relajarme,
a volver al útero materno, a flotar,
al calor humano, universal, cercano.
Los olores de ese trigo, verde, seco, cosechado,
en el trillo dando vueltas, sin llegar a ningún lado,
con el grano separado, sólo esperando la criba,
amontonarlo, el trabajo terminado.
Esto me enseñó, que tenía un sentido.
Aunque lo hiciera una niña, esto me iría desarrollando,
lo que en las escuelas, no estaban enseñando, el significado.
Entre juegos, trabajo, cansancio, se va madurando,
aprendes a sentirte útil, a poner el hombro,
a remar en el mismo barco.
Pasan las estaciones, otro año, otro año,
casi sin darte cuenta, la vida va cambiando,
te dejan tus seres queridos, sola ante este llano.
Con las páginas en blanco, van viniendo otros veranos,
a veces se te olvida, que viviste aquellos años,
sólo necesitas, ir a los mismos lugares para recordarlo.
Se remueven mis entrañas, los veo por esos campos,
con sus sonrisas, trabajando,
o sentados a la sombra, del calor, verano tras verano.
Recupero su ternura, su bondad en el semblante,
su fuerza, su garbo.
Como Sancho, llano muy llano.
Como buen castellano.

OLIVA S. C.

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