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Ahora llegan los nietos y sin decirles nada me abrazan para darme un beso que me sabe a gloria

TODOS NECESITAMOS UNA PALMADITA O UN ABRAZO



Ahora llegan los nietos y sin decirles nada me abrazan para darme un beso que me sabe a gloria

Este artículo no sé de que manera plasmarlo, pero ¡ojo!, es como yo lo veo y de hecho lo siento, son historias del día a día, no quisiera herir la sensibilidad de nadie porque creo que la mayoría estamos en el mismo barco.

El otro día hablando con una chica de unos treinta años me dice tristemente, Alfonso tengo trabajo, mi esposo no y nos vamos bandeando, lo que más me apena que queremos tener familia y va a ser que no. Me comentaba la labor que hacíamos los abuelos. Me contaba, mi marido y yo estamos en casa de mis padres más que en la mía, y la contesté, no sabes lo que gozamos los abueletes porque nos aprovechamos de vosotros y en mi caso hasta de los nietos, rejuveneciéndote y dándote vida, a no ser que te dejen una guardería.

Mis padres tuvieron ocho hijos, cada uno somos distintos y honradamente tengo que decir que fuí el que más les hice sufrir, los oí decir que a los hijos hay que besarlos cuando están dormidos, no estoy de acuerdo, lo digo con todo mi cariño, a mi me besaron muy poco, no nos cantaban la nana, no nos contaban el cuento de caperucita roja,… , eran otros tiempos y otra mentalidad, yo a los míos les cantaba «este niño tiene sueño, tiene ganas de dormir, tiene un ojito cerrado y tiene otro por abrir», moviendo la cuna ya cerraban los ojos, te ibas despacito y el jodio muchacho papá, papá y yo decía me cagüen tu padre. Ahora con el nieto pequeño que tenemos le da Conchi los potitos, que yo no los probé y hay veces que el jodio muchacho no quiere, me llama Conchi y empieza una cucharadita para el abuelo y otra para el niño y el jodio se anima, aguantando marea para que el niño coma, hasta que se cierra en banda y el abuelo haciendo allí el sainete de su vida, esto lo tiene que hacer mi padre en aquellos tiempos y me vende, cuantas putaditas, pero contento.

Sabéis lo que gozo con ellos cuando estoy pendiente de llevarlos al futbol o la pelota y me quedo con ellos hasta que vienen sus padres de trabajar, porque Conchi se ha ido a dar una vuelta. Nos sentamos en el sofá con los pies en la mesa, porque no están las mujeres, viendo dibujos animados o una película del oeste, eso es gloria, si es verdad que alguna vez vuelan los cojines por encima de la cabeza de uno, cuando se alborotan, pero no te hacen piteras, aunque algún día me van a joder las gafas, distinto a cuando yo era pequeñito, solo volaban moscas, pero que no me los emplumen todo el fin de semana para ir de cuchipanda, no majetes no, un día no importa, lo casco porque se oyen rumores de otros jubilados y callan por represarias y como decía el Richard «si hay que discutir cuanto antes».

Mi madre fue todo corazón, era como una loba pendiente de sus lobeznos que nos cobijó hasta que nos dejó. Eran tiempos difíciles y hasta que no tuve 18 años no me di cuenta de lo que la quería, fue cuando empecé a besarla, porque esos besos me sabían a gloria, como la sucedía a ella.

Pero la vida me llevó a emigrar aunque me acordaba mucho de ella, pero no sentía esa paz como cuando la tenía a mi lado. No siendo en vacaciones, lo que es la vida. Cuando me vine ya del Norte con mi familia tuvimos cuatro años apasionados de amor hacia mi madre, cuando la visitaba, que eran todos los días, aquellos ojos brillaban de alegría, hasta que se cerraron para siempre.

Mi padre era un hombre honrado, yo diría un poco dictador, de pequeño le quise, luego lo temí y de mayor le adoré que fue cuando empezamos a besarnos. Decía que no había tiempo para besar, éramos muchos con muchos problemas, yo creo padre que nos equivocamos los dos, quizás yo por no tirarme a tus brazos y no pedirte perdón, hacía muchas trastadas Pindoque.

Tenía yo quince o dieciséis años y segábamos juntos y no hablábamos, con lo que hablo con mis hijos y nietos. Teníamos una pareja de mulas, una se llamaba Castaña y el otro Navarro, que era de recio como mi padre, íbamos a Riolobos con el carro de mulas, entonces las carreteras eran de cantos y andaban tres o cuatro camiones que eran de Calvarrasa ,de los Mateos. Como nos cruzábamos con ellos en la carretera el macho empezaba a levantar las orejas, mi padre en vez de amansarlo se empezaba a cagar y a mear, Navarro que te trillo, me cagüen tal, porque se espantaba y yo le decía, padre que las letras con sangre no entran, algo que no le entraba en la cabeza y me decía con unos «cojones», cállate muchacho que te doy a ti, así que algunas veces nos salíamos de la carretera y por las tierras corriendo, con un peligro ya que el carro podía volcar, como en la famosa película de Ben-Hur, lo que pasa que allí iba solo uno y aquí los dos.

Pero fuiste un tío cojonudo que no lo hubiera cambiado por nadie, padre yo creo que tuve mucha culpa por no saber entenderte, eso si luego me hinché a besarte como un niño, como así sucedió con el maldito alzhéimer, nos lo pasamos bien, solo tengo una espina en el corazón, cuando Juan Luis el ganadero quiso llevarme a su finca a enseñarme a torear, recuerdo que le dijo que tenía un diamante en bruto, porque me había visto torear un vaca en Riolobos, mejor dicho ella a mí, porque me dió una sotabanda que me dejó trillao de las veces que me cogió, mi padre dijo antes de dejarle lo mato.

Van pasando los años y me convierto en padre, yo no es que sea muy besucón porque con mirarlos gozo, no me gusta cansar a un niño si no quiere besarme y menos hacerles chantajes. Cuando iba a trabajar al salir de casa besaba a mis hijos y a mi mujer, al igual que lo hacía al llegar. Mi hija ha sido una niña normal, pero al hacerse mujer y ya mas con hijos están más pendiente de ti, te dan una palmadita o un beso, algo que no cuesta, pero te deja relajado. Con el hijo me pasa lo mismo, que hay machote estas mejor que yo y siempre que llega a casa nos da un beso o cuando se va. Digamos que los tengo como amigos, algo que yo con mis padres carecía de ello.

Ahora llegan los nietos y sin decirles nada me abrazan para darme un beso que me sabe a gloria. Porque uno ya está entrando en otro capítulo de la vida, que bendito sea. Si hay respeto y amor que es lo que buscamos todos y que nadie piense que una palmadita, un abrazo o un beso contagia, como una vez oí a un médico, yo estaría muerto porque doy bastantes besos a los mayores, son los que más lo necesitan y ellos me dicen que cada vez estoy más guapo.

Lo que contagia es la mala uva, la indiferencia, el no saber estar, la crítica de bulos que hacen mucho daño, el peloteo, la avaricia y lo peor la puta envidia. No sé si llevare algo de esto en mi cuerpo, así que voy a intentar con todas mis fuerzas curarme porque seguro que me encontraré mejor.

Un abrazo.
ALFONSO «EL PINDOQUE»

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