Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

¿QUÉ SUPONE RECORDAR?


Yo tengo recuerdos de mi niñez, que hoy, con la experiencia de la vida, puedo decir que fueron ingratos, pero que no me frustraron
¿Qué supone recordar?…pues que con frecuencia, despertamos viejas vivencias, algunas que querríamos haber olvidado por frustrantes, y otras, que te alegran el corazón,…¡así es la vida!… un camino que, queramos o no, nos sigue, como nos sigue la sombra.

Yo tengo recuerdos de mi niñez, que hoy, con la experiencia de la vida, puedo decir que fueron ingratos, pero que no me frustraron, porque tuve unos padres que con frecuencia me decían: «¡¡ Jamás os humilléis ante la adversidad»… y fue como un credo, que tengo que decir me ayudo a sobrevivir con dignidad, sin orgullo, pero orgulloso, de poder diferenciar el por qué de tal o cual situación, afrontándola con valor.

Quiero deciros a los que esto leáis que esto lo escribí para que un grupo de compañeros en un centro social lo leyeran. Como cada uno de ellos escribió su propia historia, todas dignas de leer aunque diferentes como paso en todas las partes, bueno esto no viene a cuento yo os mando mi versión.

El primer día pasamos de hablar de Etnografía, a hablar de la guerra, o más bien dicho, de la posguerra, que creo que nos tocó vivir a casi todos los que componemos el grupo,…¡y de que manera!. No quiero juzgar nuestras experiencias de aquella época, porque pude comprobar, que fueron bastante diferentes. Vi, que aunque todos éramos niños, no pertenecíamos a un mismo bando, de aquella guerra incivil que sólo nos trajo perjuicios, aunque no por igual, porque algunos disfrutaron de todos los privilegios, y otros, de nada. De esto último, yo fui parte perjudicada, aunque lo mejor es no mover esto, pues posiblemente, heriría los sentimientos de algunos, y no es esa mi intención, pues ya todos creo hemos hecho análisis de aquella situación, y como dice el refrán, a lo hecho pecho.

Trabajando desde niño por la precaria situación en que quedó mi familia, yo no puedo decir exactamente cuál fue la edad en la que me tocó empezar a mover herramientas de trabajo. No, no me acuerdo, sólo me acuerdo de las situaciones desagradables, de trabajar por la comida, de no poder ir al colegio, de andar con los pantalones rotos y hasta a veces descalzos…. pues aunque mi madre fue, y es, una gran trabajadora, sus ocho hijos y su precaria situación, no le permitían abarcar más, y por muchos remiendos que nos cosía, no le llegaba el tiempo para tenernos a todos como ella quisiera…por eso, había que trabajar. Por eso, y porque entonces era necesario, y porque la mentalidad de aquella época era así. Recuerdo un refrán que se decía ( supongo inventado por los explotadores, porque no creo que ningún padre que se precie de serlo, desee que sus hijos sean explotados cuando son niños): «El trabajo del niño es poco, pero el que no lo aprovecha es tonto»…y ¡¡vaya si lo aprovechaban!!…muchas veces hasta la extenuación. Tengo grabado en mi memoria, cuando aun tenia doce años, trabajando para un señorito de aquellos que se creían dueños del bien y del mal, que por no ir el día de Reyes a misa nos dejo sin comer a un grupo de niños que trabajábamos para él durante dos días. Tuvimos que saciar el hambre a base de remolacha que robamos en las huertas, pues estábamos a ochenta kilómetros de nuestro pueblo, allí en tierra de montes entre toros bravos, y la única forma de volver a casa era andando. Fue la primera vez que me manifesté contra la injusticia, lo que me costó el despido, junto a otros, por «cabecilla» como el me calificó… me acuerdo que cobrábamos quince pesetas al di y mantenidos pero que comida mejor no hablar de ella..

Creo que desde niño, mi destino tenía ya marcado un camino hacia Galicia, pues allí en Castilla, cuando todo parecía inamovible, yo como los gallegos pasaba los largos y crudos veranos trabajando de sol a sol para ganar la soldada, que luego nos serviría para poder pasar un poquito mejor los fríos inviernos, época en la que el trabajo era nulo. Hablaba con los gallegos, y aunque muchas veces no les entendía, sí sé, que se lamentaban, como lo hacíamos nosotros, sólo que cada uno en su lengua. Yo les preguntaba qué era eso que tanto recordaban y que era así : «Miña casiña, meu lar». Más tarde, sí lo supe, recordaban su casa, su tierra, y lamentaban como nosotros, aquella situación, aquella separación de sus familias, pero lo que yo no sabía que mucho antes, ya una ilustre gallega se lamentara del trato que se les daba a los gallegos, en Castilla…Y supe, que existía en esa tierra una escritora, que cantó a Galicia como nadie lo hizo jamás, y que en algunos de sus versos llegó a lamentarse del trato que se les daba a los gallegos en Castilla, que decía, así : Castellanos de Castilla, tratar bien a los gallegos, que cuando van, van como rosas, y cuando vienen, vienen como negros,…y era verdad, yo lo comprobé, comprobé a la explotación a que eran sometidos, como lo éramos todos, por los señoritos de la época.

A veces le doy gracias al invierno, porque no se podía salir de casa a trabajar. En esas épocas, nos servía para poder ir un poquito al colegio a aprender a leer, aunque fuera yendo a la escuela de noche. A la vez, por la obligada inactividad, nuestros padres también se preocupaban un poquito más de nosotros. Así aprendimos muchos niños de aquella época a leer y a escribir, por eso, no es extraño que con frecuencia, no sepamos diferenciar las «v» de las «b», o otras letras que tienen casi la misma pronunciación. Un día preocupado, se me ocurrió hacer una observación que me hubiera gustado que la leyeran los académicos que hacen las normas de cómo se escribe. Lo título: «Bobadas»

Quisiera decir algo y no sé que,
Quisiera hacerlo bien y no sé como
Es mi frustración constante más yo sé
que esto me pasa y no soy un ignorante.

Pero ignoro cómo se escribe para decir lo que siento
ignoro dónde es acento e ignoro si esto que escribo
Se le puede llamar verso.

Sin embargo al escribir me siento contento
no me corta el no saber porque aunque parezca cuento
digo lo que llevo dentro.

Yo me entiendo es la verdad y jamás busco laureles
por eso no me preocupa que el que lo lea se ría
Si con ello se entretiene.

Si las faltas quitan sentido yo tengo que denunciar
a los que hacen de la lengua reglas solo a su medida
Y no como se aprende hablar.

Yo he buscado algunas letras que a mí me suenan igual
y me parece torpeza que gentes con grandes mentes
no se pongan a inventar signos de otra naturaleza
Para nosotros los torpes podamos diferenciar.

Y ahora pondré algún ejemplo porque quiero comparar
aunque diga el que esto lea que solo escribo «bobás»

Es la V y la W con la B el trío los calaveras.
Con la J y con la G yo bailo como ellas quieran
Y la Z y má0s la C como suenan casi igual a mí me caen fatal.
es el ruido de las erres difícil de diferenciar
porque suena una sola como si pones un par

Por tanto queda aquí dicho lo que pienso por si se puede arreglar
Y no me importa que digan que solo escribo «bobás».

Yo recuerdo lo ignorante que era, cuando leer, era un artículo de lujo, sólo para los privilegiados. Yo sé, que mi abuelo murió siendo analfabeto, pero también sé, que era un hombre listo, y que ya entonces, me contaba cuentos en gallego, porque cada verano convivía con ellos. Me hacían reír y hoy no sé por qué, supongo que por la forma de contarlos. Me hablaba de un rapaz que por las noches desaparecía y le preguntaba donde iba y el contestaba que iba a rezar a la ermita de Santo Rouquiño porque daba boa herba e mellor trebolito, cuando lo que en verdad iba hacer, era mojar el pan en aceite de las lámparas y hasta que lo pilló el cura, la gente le echaba la culpa a las lechuzas. Recuerdo no encontrarle sentido, aunque me riera, quizás porque yo también supiera lo que era el hambre.

Yo puedo presumir hoy, de haber leído El Quijote, pero me acuerdo, que con dieciséis años, compré un libro en un rastrillo allá en Bilbao donde trabajaba, por cierto, con gallegos, con los cuales compartía pensión y pasaba mis ratos libres ( íbamos al cine a sesión continua para mirar la misma película, generalmente una del oeste). Decía, que compré un libro usado y me llevé una gran decepción, pues yo quería comprar novelas del oeste que fue donde me aficione a la lectura, y compré una novela llamada Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis novela casi cumbre de Blasco Ibáñez que yo no conocía de nada y que no sé si conseguí leerla porque me sentí decepcionado, pues no la entendía. Yo lo que pretendía era comprar novelas del oeste, pistoleros y caballos, por eso lo de los cuatro caballos me llamó la atención y me llevó a gastar no sé cuantas pesetas que seguro que me hacían falta para otra cosa. Las cosas que en aquella novela las cosas que se decían, no tenia nada que ver con lo que yo pretendía leer, porque hablaba de la vida, de la muerte y de la guerra,..pero no como lo hacían las novelas del oeste. Era basada en realidades que entonces para mi, no tenían fundamento. Mi lectura era de ficción, el resto me parecía que pertenecía a otra clase de gente..no sé por qué,…pero era así.

¿Era mi destino seguir con los gallegos?,..esto me lo he preguntado yo muchas veces, yo no conocía ni siquiera en que latitud estaba Galicia. Sólo por mi abuelo, que trabajaba con ellos allá en mi tierra y me contaba el camino por donde iban y así yo me hacia la idea. Vigo lo conocía por las latas de sardinas en escabeche que llegaban de la fabrica Miau, no tenia otra referencia, pues los maestros de entonces, se preocupaban más de enseñarnos la historia de los godos y la reconquista. La geografía, con que la supieran ellos bastaba. Creo que pensaban que nosotros nunca saldríamos de aquellas tierras… ¡y vaya si salimos!…aunque fuera forzados por la situación, salimos y aprendimos a convivir con otras gentes, que nos abrieron los ojos, mientras que ellos querían por todos los medios que los mantuviéramos cerrados.

RECUERDOS DE MI PRIMER VIAJE FUERA DE MI PUEBLO

Tú fuiste compañera de viaje,
vieja maleta de cartón,
tú que guardas como caja preciosa,
recuerdos de aquel día primero.

Cuanta ilusión, cuanto silencio,
que fantásticos mis sueños,
cuando camino de la estación
sin que supiera iba marchando a mi destierro.

Tu viejo tren de vapor,
tú que también contabas en mis sueños
también fuiste culpable,.. también te recuerdo.

Y recuerdo aquel muchacho abierto y sincero,
capaz de abandonarlo todo por un sueño.

Hoy, sin embargo, pienso que no era un sueño,
y si unos hechos que habían llenado su alma,
de miseria y desaliento, y por sus venas
…corría el fuego del frustramiento.

Y se marchó en aquel tren en busca de un mundo nuevo,
y aquel lugar que buscaba, donde calmar sus anhelos,
sólo fue un sitio mas lejos,
porque allí también mandaba, el general de aquel tiempo.
Dios me libre de llegar a ser tan necio que me llegara a creer que lo que escribo, es producto de una cultura adquirida por estudios hechos. Nada de eso, yo no tengo ningún documento que acredite ni siquiera que fui al colegio, por tanto de presuntuoso ni gota, nada, pero escribo porque quiero ¡Yo solo me he preparado para escribir cosas como estas! Pero sin presumir como a continuación digo…

Yo estoy convencido que lo de escribir bien, es cosa de personas con buenos estudios, y con un don especial para hacernos creer las cosas hermosas que ellos escriben, que aunque no tengan que ver con sus sentimientos, como cuando lo hago yo, sí tienen la capacidad de hacernos pensar sobre los hechos que ellos narran,…eso es ser escritor.

Yo, que esto digo, aclaro: nada de esto que yo escribo (si queréis admitir lo de escribir) todo ello son sentimientos, vivencias, desengaños y sobre todo, querer decir las cosas como fueron y por lo que fueron…siempre claro está, bajo mi punto de vista, porque de lo que sí puedo presumir, es de no querer hacer nada, sabiendo que va a perjudicar a alguien.

Sin embargo, cuando yo me criaba, si hubo quien me perjudicó y con ello hicieron que, en más de una ocasión, llegara a odiar a los que tenían el poder, al sentir, que lejos de ayudarnos, nos marginaban, tratando de someternos a su dictatorial forma de ser y gobernar. No los odio, pero culpables fueron, de estos tristes recuerdos, recuerdos a los que dedico los versos anteriores.

Sigifredo Maria Cascón

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