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NOVIEMBRE:»A CADA CERDO LE LLEGA SU SAN MARTÍN»


Los árboles se van desnudando día tras día, dejando en sus alrededores un manto de hojas que meses atrás fueron parte indispensable para su desarrollo, fuente de sombra en los calurosos días de verano, y cobijo para los nidos de las variadas aves que surcan los cielos de nuestra comarca. Ha llegado el mes de noviembre.

El calendario también ha sufrido su particular deshoje y nos encontramos en el penúltimo mes del año, ése en el que la naturaleza nos proporciona una sinfonía de colores otoñales que harían la delicia de cualquier pintor.

Estamos a las puertas de lo que se conoce como el veranillo de San Martín (11 de Noviembre), llamado así porque ,con frecuencia en esta fechas, el buen tiempo hace acto de presencia durante unos días. Es el tiempo en el que los agricultores recogen los últimos cultivos y sus arados se convierten en protagonistas surcando y sembrando los campos que deberán lucir hermosos en primavera si el general invierno es benévolo y lo permite.

«A cada cerdo le llega su San Martín», según reza la sabiduría popular. Es ahora también cuando los cerdos pasan, de llevar una vida apacible y tranquila, al corredor de la muerte; sin más delito que el de hacer lo que sus dueños querían: comer y engordar. Así les premian. Quede todo perdonado por lo bueno que aportan a nuestra gastronomía. Ya lo dice el refrán:» Del cerdo se aprovechan hasta los andares».

Al hilo de esto tengo la impresión que al españolito de a pie nos han tratado-siempre salvando las distancias- como a este preciado animal. Nos han metido el caramelo en la boca, hemos comido, bebido y disfrutado todo lo que lo que hemos querido -siempre con el beneplácito y con la aquiescencia de los que mandan y de los que manejan el dinero-. Nos han cebado de comodidad y de bienestar y hemos llegado a un punto en el que estábamos listos para el matadero. «Habíamos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades», esto es lo que de forma reiterada, manida y sobada nos han metido y están metiendo entre ceja y ceja, entre oreja y oreja, hasta el punto de que más de uno se lo acaba creyendo. Nos han sacrificado y sacrificarán en aras del particular bienestar de dueños y amos, pero no se olviden que todos los excesos son malos y quizá a ellos, algún día, también les llegue su San Martín.

T.P.

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