Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

CANCIONES DEL VERANO VIII

Esta semana nos situamos en los años 1972 y 1973, canciones mas cercanas a todos vosotros y seguro que habreis escuchado en varias ocasiones y fiestas de algún tipo
1972: la historia
Cuatro temporadas de éxitos continuados llevaba ya a sus espaldas Fórmula V cuando lanzó al mercado este himno del empleado o estudiante enamorado y feliz. Eran otros tiempos, desde luego: en lo que a trabajo se refiere, el despido libre y las huelgas eran sólo cuentos para asustar a los niños, los contratos basura y las ETT sonaban a extraterrestre, el movimiento obrero yacía bajo la losa del Sindicato Vertical, el paro rondaba el 1% de la población activa y el salario mínimo estaba en torno a las 8.000 pesetas. Los jóvenes estudiantes, por su parte, vestían vaqueros-pata-de-campana de marca por sólo 1.500 pesetas, se ponían ciegos de cerveza por 8 pesetas el biberón, comenzaban a introducir en el vocabulario neologismos como cubata, bocata, demasié o mola y su enfrentamiento con la dictadura, especialmente en el terreno universitario, era ya abierto. Pero, entonces como ahora, las vacaciones de verano eran lo más. Un oasis paradisíaco en el centro de una cotidianidad gris regida por horarios, tareas, órdenes y algún que otro disgusto.
En aquel año, la competencia por hacerse con el cetro veraniego de la canción fue especialmente dura. Los candidatos atacaban desde todos los frentes: flamenco, rumba, pop, rock, melódica, autor, boleros… junto a la movida discotequera USA, que desde hacía unos años había comenzado a despuntar y ya era un rival a tomar en cuenta, aunque su boom definitivo no llegaría hasta la segunda mitad de la década. Todos lanzaban prácticamente el mismo mensaje: «Pum cata pum pum pum, cómo nos gusta el verano, pum cata pum pum pum, pa levantarnos temprano» (Taka taka-ta – Paco Paco); «Oh, soley, soley, sole ley, soley, soley, sole ley, soley, soley» (Soley, soley – Aquarius); «A lo loco, a lo loco, hay que ver cómo vive fulano, a lo loco, a lo loco, cómo tira el dinero mengano» (A lo loco – Los Albas)…, por rememorar sólo algunas de aquellas perlas. Pero había más lentejitas en el potaje comercial: Palomita de maíz (Los Pekenikes), Oh oh July (Los Diablos), Fresa salvaje (Camilo Sesto), Harmony (Conexión), Ven sin temor (Bruno Lomas), Libre (Nino Bravo), Dos cruces (José Feliciano), Ve con él (Basilio), Horóscopo (Furia), Simplemente María (Jairo) o Bailen mi rumbita (Los Amaya). Del extranjero llegaron Clair (Gilbert O’Sullivan), el tema central de El Padrino (Al Martino), Si yo fuera rico (Topol), Beautiful sunday (Daniel Boone, tras su regreso del Oeste), Without you (Harry Nilsson) y Nunca llueve al sur de California (Albert Hammond), entre otros.

Muchos en disputa desde luego, quizá demasiados. Pero sólo había un trono, y ese año fue para Fórmula V. El grupo había sido descubierto bien entrados los sesenta por Marini Callejo -una mujer que se lo comió prácticamente todo en el terreno de la representación artística de esa era, y que ya había obtenido unos sabrosos dividendos con grupos como Los Brincos, por ejemplo- e inicia su andadura en 1968, como recambio de la generación marcada por gente como Los Ángeles, los propios Brincos, Los Bravos o Los Canarios. Se buscaba algo más light, menos sonido anglosajón, menos traducciones horrendas y, por qué no decirlo también, un cierto aire de pachanga. Y a ese empeño dedicaron todos sus esfuerzos Francisco de Asís, Paco (voz solista), Joaquín de la Peña, Kino (guitarra), Amador Flores, Chefo (órgano), Mariano Sanz (bajo) y Antonio Sevilla (batería). Ese mismo año, y tras un sencillo que no pasará a la historia, sorprenden a propios y extraños con La playa, el sol, el mar, el cielo y tú, auténtico manifiesto canciónveranista que les abriría las puertas del éxito y definiría claramente las líneas maestras de la edad dorada del género. A finales de 1968 llega Tengo tu amor, y así sin parar: Cuéntame, Busca un amor, Cenicienta, Ahora sé que me quieres, Dos caminos, Eva María o La fiesta de Blas… hasta 1975, año en que deciden separarse. Al igual que Los Diablos, Fórmula V ha vuelto a aparecer en distintas ocasiones, hasta unirse a su contrincante de siempre en Fórmula Diablos a mediados de los noventa

1973: la historia

La batalla estaba servida, y se libraba en todos y cada uno de los frentes de aquella España parapetada tras los Pirineos que se precipitaba hacia un destino incierto, pero claramente marcado por el cambio. Francisco Franco languidecía y el régimen se las veía y se las deseaba para contener la cada vez más encrespada oleada progresista que rompía contra las rocas del inmovilismo. Políticos, obreros, estudiantes, intelectuales y artistas no cejaban en su empeño de derribar la estaca (como muy bien reflejó Lluis Llach en uno de los himnos del antifranquismo), mientras los sectores más reaccionarios buscaban fórmulas para perpetuar su poder. En el campo de la música popular, las estrategias tenían las listas de éxito como máximo objetivo. Las filas del oficialismo (folclóricos y cantantes ligeros, en su mayoría) habían venido retrocediendo desde principios de los sesenta mermados por el empuje de los nuevos sonidos y había que reconducir todo aquel maremagno de guitarras eléctricas, pelos largos, patas de campana y danzas prohibidas. Había que ofrecer un mensaje claro, con ritmo adecuado, que ensalzara los valores de aquella reserva espiritual de Occidente y que, a ser posible, se expandiera por todos esos mundos de Dios para dejar bien claro que éramos los mejores porque sí. Y entonces llegó el milagro.

La maravilla (cosas de la vida) no fue siquiera inventada por el régimen. Llegó del extranjero en la voz y el salero de una tal Imca Marina, con la única intención de agradecer a voz en cuello las delicias de unas vacaciones inolvidables en algún rincón del país. Era la oportunidad que tanto habían estado esperando. ¡Y viva España!, bien aprovechado, podría dar una vuelta de campana a la situación por la que atravesaba la guerra del vinilo. Bastaba cambiar a la tal Marina por una voz española de toda la vida, conocida, simpática, claramente afín al entramado oficial y más salerosa aún, si cabe, que la original. Así fue cómo el pasodoble y Manolo Escobar se hicieron con el verano español en 1973, en lo que a la postre resultaría el canto del cisne de aquella visión rancia y monolítica del arte que había imperado en España durante casi cuarenta años.
En la canción aparecen todos los tópicos de la raza y expresiones realmente curiosas: de repente se convierte en refrán lo que no pasa de ser un lema o una exclamación (¡que viva España!), cuando ya en aquel tiempo la Academia definía claramente refrán como «dicho agudo y sentencioso de uso común», aunque quizá en este caso el compositor se refiriera a la segunda acepción («hallar salidas o pretextos para cualquier cosa»), ¿Y qué me dicen de «y es imposible que pueda haber dos»? Natural, tampoco podría haber dos Francias o dos Italias, salvo que lo que se pretendiera era acabar definitivamente con aquello de las dos Españas que tantos quebraderos de cabeza le producía al dictador, cuando todo el mundo sabía que España era una, grande y libre. Y para rematar, una asociación de ideas que ni en parvulario: «el mundo tiene otro color, y España es la mejor» ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Y qué color tiene el mundo, por cierto? ¿No está España en el mundo también? ¿No hubiese sido más sencillo decir «y si somos los mejores, bueno y qué»? ¿O, ya en plan tango, «que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, menos España, que tiene otro color»?
El incombustible don Manolo volvía por la puerta grande tras éxitos como el Porompompero, Madrecita María del Carmen o La minifalda. Ese año le tocó competir con nada menos que Eva María (Fórmula V), Mi talismán (Los Diablos), Eres tú (Mocedades), En un mundo nuevo (Karina), Cuando salga la luna (Los Puntos), Todo por nada (Camilo Sesto), Soledad (Emilio José), La estrella de David (Juan Bau), Dieciséis años (Julio Iglesias), América, América (Nino Bravo), My guitar (Juan Pardo), Una dos y tres (Patxi Andión) y Pon una cinta en el viejo roble (Los Mismos), entre otras. Pero las coyunturas son las coyunturas y al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

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