Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

EL RINCÓN DE LA POESÍA

ANTONIO MACHADO

El andaluz que se enamoró de Castilla.

Si no supiéramos que nació en Sevilla, diríamos que Antonio Machado había nacido en las mismas entrañas de Castilla. Nadie como él supo captar la esencia de las tierras castellanas. Ellas le dieron sus mejores alegrías y sus más hondas tristezas.

BIOGRAFÍA DE ANTONIO MACHADO.

Nació en Sevilla en 1875. Su padre fue el folclorista Antonio Machado y Álvarez y su hermano mayor fue el también poeta y dramaturgo Manuel Machado. Pasó su infancia en Sevilla y el 1883 se trasladó con su familia a Madrid, donde se formó en varios institutos madrileños y en la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
Trabajó para la editorial Garnier y de sus viajes entre Madrid y París surgieron fuertes relaciones personales con autores como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán y Miguel de Unamuno. Su obra representó la máxima expresión lírica de la Generación del 98. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, ciudad que marcará inexorablemente su vida. Allí contrajo matrimonio dos años después con Leonor Izquierdo, cuya vida terminó trágicamente en 1912. Esta muerte nunca fue superada por el poeta, que cayó en una profunda depresión. Poco después se trasladó a Baeza.
En 1918 se doctora en filosofía y letras y obtuvo una cátedra en Segovia. En 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. La Guerra Civil le sorprendió en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares a Valencia y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió el camino del exilio, pero la muerte le sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.
Algunas de sus obras más importantes son Soledades, Soledades, galerías y otros poemas, Campos de Castilla, Nuevas canciones, etc.
En Campos de Castilla dirigió su mirada hacia el exterior y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres y mujeres que lo habitaban. Son poemas llenos de emoción austera y grave que evocan la trágica España negra tan criticada por la Generación de 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellana.

HE ANDADO MUCHOS CAMINOS

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancòlicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra…

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adònde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignò Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo.
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñò el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansiòn que habitò,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar

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