Inicio / Colaboraciones / SEGUIRÁS SIEMPRE ENTRE NOSOTROS por Alfonso «Pindoque»

SEGUIRÁS SIEMPRE ENTRE NOSOTROS por Alfonso «Pindoque»

Bernardo, amigo, aquí estamos otra vez en la palestra, como no mueves ficha, voy a ver si te ahorco el seis doble. Vamos a reírnos un poco con un par de historias que sucedieron hace años y como tú estás cerca de los que más mandan.

Hablar de estas cosas cuando era pequeño me daba miedo, porque hablar de Jesús y de Dios era pecado mortal, donde intentaban educarnos con palos y miedo, a ese Dios castigador y yo digo que si lo hay tiene que ser un Dios de bondad y tolerancia, aunque hay veces que despotricas sobre él, por las cosas que están sucediendo, aunque entiendo que este terrorismo que tenemos encima lo generamos los humanos. Él no puede estar controlando a todos las personas, digo yo, si tu hermano “se muere de hambre o de frío”, ¿Quién es el culpable?.

A lo que iba,  estando en el cielo le dice San Pablo a San Pedro, oye chico, ¿por qué no nos damos una vuelta por la tierra, que hace mucho tiempo que no sabemos cómo anda aquello?. Este le contestó, mira que yo aquí tengo mucho trabajo para apatuscar a todos los que se mueren, pero bueno, vamos para abajo. Se cogen un camello con las alforjas  y  se presentan en las Ramblas de Cataluña, que dicen que hay una movida cojonuda de jóvenes. Así que llegan y se apean del camello, lo atan a la cerradura de la puerta de un Ferrari aparcado, y se preguntan entre ellos,  ¿Qué hacemos?,  Pedro a Pablo, ahí pone discoteca, vamos para adentro, tenían mucha sed del viaje, y le dice uno al otro, ¿Qué tomamos?, había una pareja de jóvenes al lado, y deciden tomar lo que ellos pidan.  Los jóvenes piden Gin Tonic. San Pedro y San Pablo estaban deslumbrados por la música, los espejos y de lo que más de las chavalas.

Llega una morena en minifalda, con una blusa negra escotada, apreciándose sus pechos y pregunta, a ver que quieren esta  pareja de guapotes, los dos al unísono, dos Gin Tonic. Se los ponen un poco cargaditos y empiezan  a hablar, diciéndose uno al otro, hay que ver lo que nos hemos perdido durante dos mil años, allí son todo penas.  San Pedro tenía un  calor en el cuerpo que no podía  con él, San Pablo le comenta, pues a mí me está pasando lo mismo, me está doliendo la chinorra, apuran el vaso y le dice San Pedro, mira chico allí hay dos chicas guapísimas, vamos a ver si nos dan baile. Se lo piden y empiezan a bailar suelto, “allí en la playa me gusta bailar…” y San Pedro estaba que se la agarraba de la mano y se la pasaba por detrás a estilo John Travolta, diciéndose Pablo, este chico se ha descocado. En ese momento se arrima, la chica y le dice al oído  a San pedro, chico bailas mejor que Dios. Él se asustó, poniéndose nervioso y le dice a San Pablo,  vamos para arriba que anda por aquí el jefe. Salieron como pudieron, cogieron el camello y por allí andarán dando guerra.

Bernardo, te voy  a contar una historia de mi juventud, me pasó cuando tenía 18 años.  Había aquí en el pueblo una chica que me gustaba y me fui a trabajar al norte, preguntándola  si la podía escribir; tú mismo, me dijo.

Así que llevaba un mes en Bilbao y me iba a los bailes con los amigos. Entonces se escribían cartas  a la novia, a la madres y a los amigos, es una pena que con los putos móviles con mensajes y WhatsApp, se nos está olvidando escribir. Yo empezaba con mi literatura, estimada …, te diré que estoy sufriendo mucho, no te me vas de la cabeza, la distancia me abruma, estoy deseando que vengan vacaciones para estar cerca de ti, no duermo por las noches (mentira), parece que el tiempo se para, no salgo de casa (mentira), vamos, una carta de amor en toda regla, la verdad que no nos habíamos dado ningún beso, pero bueno, lo iba preparando para cuando volviera de vacaciones, que al final nunca hubo nada entre nosotros.

Era una chica muy mona, así que venía de vacaciones y bailaba mucho con ella, pero había otro galgo del pueblo, al que también le gustaba, así que bailábamos una pieza cada uno, nos íbamos turnando, para que no se metieran más galgos. Así era en aquellos tiempos, pero nada el otro se fue para Madrid y yo para el País Vasco. No sé las cartas que la escribiría.  Ella a mí no sé si me contestaría alguna vez, lo veo difícil, que por cierto, las cartas han dado muchas alegrías y muchas penas.

Pasan los años, ella estaba trabajando  sirviendo para unos señoritos, vuelvo al pueblo  y  entonces servían muchas chicas de mi pueblo  en Salamanca. Unas para guisar y otras para cuidar de los niños de los señoritos. Se casa una chica de Salamanca con uno de mis hermanos, los presenté yo, pues mi cuñada coincidió trabajando  con esta chica. Mi cuñada cada vez que me  veía se reía, hasta que un día ya harto, pregunté

¿por qué te ríes cada vez que me ves?, me empezó a contar que se llevaba muy bien con la que yo me escribía y se habían dado unas panzadas a reír a cuenta mía. Me explicó, mira cuando salíamos con los niños de los señoritos, todas íbamos a la Alamedilla,  (vestían  cofia y un babi blanco para distinguirse de los señoritos, encima las llamaban Marmotas, algún cabronazo señorito se lo pondría para humillarlas),  dejaban el coche con el niño aparcado en batería, para ver los patos y allí empezaba la juerga. Se lo contaban todo, una que si le había escrito el novio que estaba en África, pero las anécdotas más sonadas eran las mías, y mi cuñada le preguntaba ¿te ha escrito el torero bombero?, me llamaban así porque me gustaban mucho los toros, la otra le leía las cartas y como escribo como el pasodoble, porque en mi vida no ha  habido milagros, se lo pasaban pipa con lo que yo sufría (mentira) no me avergüenzo, en aquellos tiempos con pocas cosas éramos felices.

Un abrazo.

16-01-2019

Te interesa

Semana Santa. Programa