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"DECÍAMOS AYER..." FRAY LUIS DE LEÓN

MITOS Y OTROS CUENTOS

«DECÍAMOS AYER…» FRAY LUIS DE LEÓN

Fray Luis de León (1527 o 1528 – 1591) Este poeta fue uno de los escritores más importantes de la segunda fase del renacimiento español; impartió clases en la Universidad de Salamanca, pero fue encarcelado por traducir algunos libros que eran considerados prohibidos, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina.

Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz y forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI. Su poesía está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.

Estuvo un periodo en la cárcel por traducir la Biblia a la lengua vulgar sin licencia; concretamente, por su versión del Cantar de los cantares; la defensa que esgrimía del texto hebreo irritaba a los escolásticos más intransigentes, principalmente al profesor de griego León de Castro y a el dominico fray Bartolomé de Medina, quien por algunos fracasos estaba enfadado contra él, ya que académicamente expuso su inferioridad por lo que por redactó una serie de proposiciones que fueron clave para que finalmente Fray Luis de León fuera llevado a la cárcel junto con Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra.

Explorar el campo semántico de las palabras para verter al castellano el espíritu original de los textos antiguo, fue parte de la tarea que, debido al amplísimo conocimiento que tenía Fray Luis de León del Hebreo. Con ello ponía de manifiesto su intención es facilitar el conocimiento de los textos sagrados con el deseo de alcanzar «el bien de los demás y la verdad pura». Lo que explica así en el prólogo de su traducción de las Sagradas Escrituras:

«Lo que yo hago en esto son dos cosas: la una es volver en nuestra lengua, palabra por palabra, el texto de este libro; en la segunda declaro con brevedad no cada palabra por sí, sino los pasos donde se ofrece alguna oscuridad en la letra, a fin que quede claro su sentido así en la corteza y sobrehaz, poniendo al principio el capítulo todo entero, y después de él su declaración».

En prisión escribió De los nombres de Cristo y varias poesías entre las cuales se encuentra» Canción a Nuestra Señora». Tras su estancia en la cárcel (del 27 de marzo de 1572 al 7 de diciembre de 1574), fue nombrado profesor de Filosofía Moral y un año más tarde obtuvo la cátedra de la Sagrada Escritura, que le fue otorgada en propiedad en 1579. En la universidad fue profesor de San Juan de la Cruz, que se llamaba por entonces Fray Juan de Santo Matía.

Cuando preparaba una biografía de Santa Teresa de Jesús, cuando le sorprende la muerte en Madrigal de la Altas Torres, cuyos escritos había revisado para la publicación; admiraba la labor de la monja reformadora y había pretendido incluso que ingresara en su orden. Sus restos descansan en Salamanca, y precisamente en su universidad en cuya universidad fueron depositados.

Durante cinco años fray Luis permanece en una celda de la Inquisición sin siquiera saber quién le acusa y, durante algún tiempo, de qué se le acusa. No obstante, es en este encarcelamiento donde escribirá algunos de sus mejores y más famosos poemas, a pesar de tal penuria, él siguió cultivándose y luego de cinco años regresó a la escuela. De ahí que muchos dicen que cuando Fray Luis de León salió de esos cinco años de encarcelamiento mencionó: «Decíamos ayer…». Pero, no es del todo cierto, la verdadera frase expresa: «Decíamos tiempo atrás…».

Jesús Araujo López

A LA SALIDA DE LA CÁRCEL

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,

y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso

EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA

Huid, contentos, de mi triste pecho;
¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes
tener reposo ni hacer provecho?

Tened en la memoria cuando fuistes
con público pregón, ¡ay!, desterrados
de toda mi comarca y reinos tristes,

a do ya no veréis sino nublados,
y viento, y torbellino, y lluvia fiera,
suspiros encendidos y cuidados.

No pinta el prado aquí la primavera,
ni nuevo sol jamás las nubes dora,
ni canta el ruiseñor lo que antes era.

La noche aquí se vela, aquí se llora
el dia miserable sin consuelo
y vence el mal de ayer el mal de agora.

Guardad vuestro destierro, que ya el suelo
no puede dar contento al alma mía,
si ya mil vueltas diere andando el cielo.

Guardad vuestro destierro, si alegría,
si gozo, y si descanso andáis sembrando,
que aqueste campo abrojos solo cría.

Guardad vuestro destierro, si tornando
de nuevo no queréis ser castigados
con crudo azote y con infame bando.

Guardad vuestro destierro que, olvidados
de vuestro ser, en mí seréis dolores:
¡tal es la fuerza de mis duros hados!

Los bienes más queridos y mayores
se mudan, y en mi daño se conjuran,
y son, por ofenderme, a sí traidores.

Mancíllanse mis manos, si se apuran;
la paz y la amistad, que es cruda guerra;
las culpas faltan, más las penas duran.

Quien mis cadenas más estrecha y cierra
es la inocencia mía y la pureza;
cuando ella sube, entonces vengo a tierra.

Mudó su ley en mí naturaleza,
y pudo en mí el dolor lo que no entiende
ni seso humano ni mayor viveza.

Cuanto desenlazarse más pretende
el pájaro captivo, más se enliga,
y la defensa mía más me ofende.

En mí la culpa ajena se castiga
y soy del malhechor, ¡ay!, prisionero,
y quieren que de mí la Fama diga:

«Dichoso el que jamás ni ley ni fuero,
ni el alto tribunal, ni las ciudades,
ni conoció del mundo el trato fiero.

Que por las inocentes soledades,
recoge el pobre cuerpo en vil cabaña,
y el ánimo enriquece con verdades.

Cuando la luz el aire y tierras baña,
levanta al puro sol las manos puras,
sin que se las aplomen odio y saña.

Sus noches son sabrosas y seguras,
la mesa le bastece alegremente
el campo, que no rompen rejas duras.

Lo justo le acompaña, y la luciente
verdad, la sencillez en pechos de oro,
la fee no colorada falsamente.

De ricas esperanzas almo coro,
y paz con su descuido le rodean,
y el gozo, cuyos ojos huye el lloro.»

Allí, contento, tus moradas sean;
allí te lograrás, y a cada uno
de aquellos que de mi saber desean,
les di que no me viste en tiempo alguno.

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