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Corrían los años 60 . . .

LOS MOZOS DE LA POSGUERRA


Corrían los años 60 . . .
. . . cuando en España se empezaba a respirar poco a poco y los pobres empezábamos a tener trajes y ponernos corbata como en esta foto. Ésta se hizo a primeros de septiembre de 1960, eran las fiestas del pueblo, y les explico era cuando se acababa la recolección y los amos cobraban sus cosechas y así podían darnos nuestra soldada. Yo no sabía que existía esta foto, ni me acuerdo de quien la hizo, no creo que fuera un fotógrafo de élite sino uno de aquellos que se metía la cabeza en un fardel. Con aquella ignorancia que existía, te decían mira un pajarito y ahí estamos cuatro hermanos de los ocho que somos, seguro que a mí me reconocerán porque soy el más guapo, el que más orejas tengo y el más ¨escuchimizao¨ y el que no lleva corbata, que no se por qué, con lo guapos que están mis hermanos con ella.

Acabábamos de pasar tres meses duros de siega y era de mucho trabajo, no se comía lo que ahora, no se dormía, tu cuerpo estaba dolorido por todos los lados, dormías en un saco de paja en la cocina o en el pajar, a ninguno de nosotros nos daban masajes, no te cogías lumbagos y estábamos más chupaos que la pipa de un indio, con aquel trabajo se perdía mucho peso, los riñones dolían bastante y para aliviarnos nos tirábamos boca abajo encima de un cerro y nos pisaba un compañero en los riñones; así se aliviaba un poco, total, que éramos como piedras rodantes, donde no podías desmoronarte, pero a pesar de este sacrificio éramos felices.

Ese año teníamos un hermano haciendo la mili en Melilla y mi madre nos vería tan guapos que le mandó esta foto (que es el que me la ha dejado) diciéndole: hijo, ahí te mando la foto de tus hermanos, faltan tres y todo se siente como dice en la foto; seguro que a esos tres nos le tocaba estrenar traje ese año, no se si nos reconoció por el cambio que habíamos dado.

Recuerdo a mi madre que cuando le tocó a mi hermano ir a África se tiró llorando todos los días hasta que se licenció, pensaba que le podría suceder algo a su hijo y sufrió mucho. Entonces la morería con los españoles digamos que no andaban muy bien, por cosas que sucedieron a consecuencia de la guerra. Y claro, todas las madres, que les tocaba ir a sus hijos se creían que no volverían.

Recuerdo un caso que sucedió aquí, casi todo el mundo lo sabe, porque me lo contó el protagonista, que ese podría haber sido yo. Cuando estábamos en la mili todas las semanas escribíamos a los padres, pero la escritura nuestra era como el pasodoble, todo palante. Por entonces mucha gente no andábamos bien de gramática, así que a este chico le tocó ir a África y le escribió a su madre contándola que por allí se pasaba muy mal y que andaba el «pancaro» (en vez de ponerlo separado lo puso todo junto), su madre asustada se echó a llorar y empezó a decir a las vecinas que su hijo lo estaba pasando muy mal, que por allí andaba el Páncaro, creyendo que era un bicho raro. Lo que pudo llorar aquella madre, hasta que una vecina le preguntó, ¿por qué lloras mujer?, y le enseñó la carta, y la vecina le dijo: no te asustes mujer que por allí no anda ningún bicho, lo único que quiere decir es que está el pan caro.Estas anécdotas están reflejadas en muchas personas de aquellos tiempos, que a lo único que nos enseñaron fue a trabajar.

Bueno, a lo que yo iba de los trajes, cuando cobrábamos la soldada mis padres junto con los hijos nos llevaban a Babilafuente a coger el tren que está a cinco kilómetros del pueblo e ir a Salamanca, ¡íbamos tan contentos!, nos llevaban a una tienda que se llamaba «El Bazar Colón» que había de todo, no se si la gente de caché iría allí a comprarse los trajes porque no existía ni El Corte Inglés, ni Massimo Dutti, ni Estefano Rossi. Llegábamos allí y cuando entrabas los dependientes y los dueños de la tienda, que eran de Encinas, enseguida decían hola señor tal y qué tal señora, y como mi padre era muy ceremonioso se quitaba la boina y a sus pies como dice el otro.

Mis hermanos y yo empezábamos a husmear cuál era el traje que más te gustaba y decíamos al dependiente este me gusta, después de probártelo te decía el señor ni que te lo hubieran hecho a medida, mientras que tus padres miraban por aquel pequeño comercio lleno de mostradores, que yo podría asegurar, que fue el comercio que apatuscó a la mayoría de los pobres de Salamanca y sobre todo de los pueblos.

Pero era curioso aquellos trajes se retocaban poco porque me los probaba y casi todos me sentaban bien de pierna, de cintura y hasta de bragueta, porque entonces no te decían a qué lado cargas como los toreros y todo te sentaba de perlas, no como ahora que cuando estreno un traje o un pantalón me sobra medio metro de cada pierna, eso si luego mi mujer me hace un chaleco de lo que sobra.

Bueno, después de un rato de probaturas, que ya lo tenías hecho con el dependiente llegaba la madre ¿a ver qué habéis cogido? pues este me encanta madre y el zorro del dependiente decía, le está de maravilla, pero la madre decía pues a mí no me gusta y decía he visto ahí uno azulino precioso de Vichy, no se que tela sería aquella, así que yo decía ya jodimos el pastel. El dependiente decía ¿cuál señora, éste?, qué buen ojo tiene usted señora eso le va a estar divino. Y nada, que me enchufaban el azul, anda que no sabían aquellos dependientes. Pero había algo especial en aquellos padres, no los podías contradecir porque era hacerles daños. Pagaban si tenían alguna trampa y ya está, hasta el próximo año.

Pues dio la coincidencia que al siguiente año no me lo compraron porque me fui a la mili a Matacán, que es una base aérea de aviación y seguí con trajes azulinos. Las camisas todas te estaban bien, te cogían la medida del cuello, si estabas delgado como ese año bien, pero si engordabas ya no te alcanzaban los botones del cuello, y las mangas te hacían una presa como a los pantalones bombachos y te encontrabas más chulo que unas castañuelas.

Se terminaba esa ceremonia y a comer a «la Zarza» el chicharrillo rebozado, que era el paradero de las familias humildes; yo creo que la gente de todos los pueblos pasaron por allí con esa alegría que el día lo requería y con el amor que trasmitían aquellos padres, que para mí fueron instituciones reflejadas en la hambruna que pasamos muchas personas, porque a El Regio y el Gran hotel iban los de alta alcurnia; a nosotros sólo nos permitían leer los carteles.

Pero a pesar de todo éramos felices porque en esas fiestas había una familia que se duplicaba, cosa que ahora está fallando, ya no estrenamos trajes y esa alegría de los padres que te llevaban al tren como polluelos detrás de ellos ha desaparecido, y esos días ansiados durante todo un año se terminaron porque te encuentras solo recordando el pasado. Ya los jóvenes no estrenan trajes, los bailes de mediodía que era cuando más los lucias se han acabado. El Bazar Colón esta cerrado, la «Zarza» ya ha desaparecido porque ya no hay huevos para rebozarlos, ahora se fríen con cebolla.

Recuerdas tu pasado, que fue lo más limpio que nos dejaron nuestros queridos padres, que puede ser que algún día podamos encontrarlos según los cristianos. Pero aquellas historias tan hermosas han desaparecido para siempre, si es verdad que con mejor bienestar, pero echando mucho de menos aquellos corazones llenos de amor y ternura, donde dieron sus vidas por lo que más querían que fueron sus hijos, donde los recuerdas con nostalgia y amor todos los días………

«Uno de los de la foto»

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